Se trata de un artista categórico, estimado en los medios críticos como uno de los máximos representantes en España, de esa pintura extremadamente ingenuista que las gentes se han empeñado en denominar “Naïf”. Y no por su culpa precisamente, si no por la de los comentaristas de arte parisienses de comienzos del presente siglo, que así denominaron a la pintura del padre de la criatura, el aduanero Henry Rousseau, cuyas obras inefables, e intuitivas, fueron jaleadas jubilosamente por Apollinaire, Delauney, Ferdinand Leger, Braque, y sobre todo por nuestro Pablo Ruíz Picasso. Y con razón, porque no eran en verdad obras de aficionado, de un pintor dominguero, sino mucho más.
La pintura de Oscar Borrás, paradisiaca por su temática y sus sugerencias, es la obra modélica e intocable de un pintor absoluto, dueño de un dibujo poderoso y un gran sentido de la luz y del color, uncidos a la maestría en las estructuraciones compositivas y en el tratamiento de la materia.
Se encuentra plenamente dentro de las coordenadas de la pintura creativa y poética que soñaba para la pintura ingenuista el inolvidable Juan Antonio Vallejo Nágera.
D. ANTONIO COBOS
Decano de la Asociación Española de Críticos de Arte.
Estas obras que hoy expone Oscar Borrás es posible que sean catalogadas como arte ingenuista. Pero para mí, y alguna vez lo he dicho antes, ingenuista es quien descubre el mundo al mismo tiempo que descubre la pintura. El ingenuista suele, a la manera karamazoviana, amar la vida es más que su sentido (artístico, abría que añadir, enmendando la plana a Dostoievski). En cambio Oscar Borrás es artista que “sabe” pintar, aunque utilice más de una vez recursos e ingenuidades de los Naives. Es hombre que sueña y fantasea más que mira. Paraísos perdidos, arcas de Noé, que ponen rumbo a un mundo nuevo, aniquilado por un cataclismo… esos son sus temas, sus evasiones, sus Poéticas Evasiones. Es natural que, en una pintura que aspira a lo virginal y nuevo, la técnica tenga mucho en común con la de los artistas primitivos: su minuciosidad ante todo. Un cuadro de Oscar Borrás alcanza su sencilla belleza gracias a una acumulación de detalles, de elementos que no tienen mayor importancia que su vecino. Un ser humano está tratado con tanto mimo como un león o una flor. Es el mundo fuera del tiempo y del espacio, un mundo fuera de la realidad, precisamente porque no hay nada tan irreal como un racimo de realidades, ordenadas sin jerarquía.
En este sentido, la pintura de este artista es una soberana placidez, de una escondida belleza.
D. JOSÉ HIERRO
Poeta premio Adonais, Premio de la Crítica, Premio Príncipe de Asturias, Premio Nacional de las Letras.